martes, diciembre 05, 2006

un meñique precioso


En 1931, durante el rodaje de "Frankenstein", un actor estaba tan aterrorizado con el maquillaje que convertía a Boris Karloff en el monstruo que se negó a rodar una escena en la que tenía un cara a cara con él. Para que superara su miedo y fuese consciente de que debajo del maquillaje había una persona, el bueno de Karloff le dijo que, durante la toma, le mirase el dedo meñique y así evitaría mirarle a la cara. Fue así como la escena se rodó con éxito.
Un día estaba sentado en un banco esperando el metro y el hombre sentado a mi lado se me puso a hablar y me contó la historia que acabáis de leer, historia que yo no sabía. Me dijo que él antes se enamoraba de mujeres con una facilidad espantosa. Al cabo del día se podía haber enamorado de unas setenta mujeres. Yo le escuchaba sin intervenir. Aunque pensé que estaba mal de la cabeza, todo lo que me decía tenía sentido, incluso me sentía identificado. Luego me dijo que estaba felizmente casado cosa que, no sé porqué, no creí. Miré con disimulo el tiempo que faltaba para que llegase el metro. Tres minutos cincuenta segundos. Siguió hablando y me dijo que ahora ya no se enamoraba de ninguna mujer, no porque no le gustaran, sino porque aplicaba la técnica de Karloff: mirar sus meñiques. Se me escapó un poco la risa pero él se quedó serio y me dijo "no es fácil". Yo le contesté "me imagino que no, yo sería incapaz". Entonces me dijo que lo intentase, que cuando viera a una chica que me podía gustar, no le mirase ni la cara, ni las tetas, ni el culo, ni las piernas, nada, sólo el meñique. Le dije que qué pasaba si, por ejemplo, la chica tenía las manos en los bolsillos de la chaqueta y él me respondió "pues intenta imaginarte el meñique, como si lo vieras a través del bolsillo". Le dije que lo haría sabiendo que no podría hacerlo. Luego le pregunté que qué hay de malo en enamorarse. Él me respondió "todo".
Vino el metro, me levanté y subí. El hombre se quedó sentado. Le miré desde dentro del vagón mientras me sentaba. Su mirada decía "he dormido más de lo que tú has vivido". El metro cerró sus puertas.
En la siguiente parada una chica se sentó delante mío. Tenía un meñique precioso.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

como mola

Maria dijo...

de los textos que más me han gustado :) me quito el sombrero

:*

Anónimo dijo...

A partir de ahora habrá q esmerarse en la manicura del dedo meñique... Bién pensando, ¿cómo no reconocer la esencia de alguien en esa diminuta porción de carne autónoma? Me gusta. Mucho.

Anónimo dijo...

Una pequeña vida creyendo que conoces a alguien y de golpe, un día, te das cuenta que no. Y se nos cae al suelo. Y ya se queda ahí. Para siempre. Porque se escondió cuando más la necesitabas. Y te hunde. Se te hunde. Ya. Chassss. No valia la pena. Por supuesto. La vida es de los valientes.