jueves, abril 17, 2008

ruidos del bosque

Aquí te dejo la mierda de ejercicio que me salió para hoy.
Se trataba de formar una escena en la que hubiese un espacio interior y otro exterior unidos por una ventana.

Polillas.
Llegó la medianoche, y se fue. Me dijo que no me moviera de esta silla, donde estás ahora sentado, me dijo que volvería antes del amanecer. Eso fue hace veinte años. Yo entonces tenía siete y supongo que la quería, como puede querer un hijo a su madre, quiero decir. Me dijo Siéntate y lee, y me dejó un libro en el regazo y salió por esa puerta sin mirarme para despedirse. Yo la vi alejarse por ese camino, por ese camino que lleva al bosque, el de la izquierda, por ahí se fue caminando. La pude ver durante unos segundos, hasta que desapareció en la oscuridad, hasta que la luz que salía de esta cocina no fue suficiente. Y aunque era imposible verla ya, me quedé mirando por esta ventana, sentado y con el libro en el regazo, como si mirando pudiera hacerla aparecer antes. Y así estuve un rato. Recuerdo que las polillas se amontonaban en el cristal, luchando para no resbalarse. Llegó a un punto en el que no me dejaban ver el exterior. Entonces me levanté de la silla y fui hacia el cristal y di un par de golpes con los dedos para ahuyentarlas. Revolotearon dejando una estela de polvo pero al cabo de unos minutos volvían a estar allí, adorando a la pobre bombilla de la cocina. Decidí apagarla, aunque aquello me impidiera ver el camino, el bosque por el que tenía que regresar mi madre. Completa oscuridad. Afuera los árboles atrapaban la poca luz que pudiera existir. No recuerdo si había luna, no me fijé, sólo recuerdo una oscuridad total. Entonces pude escuchar los ruidos del bosque. Supuse que allí estaban todos los animales, todos los seres que necesitan esa oscura intimidad para vivir. Poco a poco iba escuchando a las polillas marcharse, con sus locos aleteos, en busca de un nuevo sol, en busca de alguien igual de solitario que yo en ese momento, a esas horas. No recuerdo pasar miedo, ni estar triste, no sé por qué. Y tampoco sé por qué era consciente de que mi madre no iba a cumplir su palabra de volver antes del amanecer. Supongo que hay cosas que uno percibe, que están ahí, en el momento, en el lugar, y no hace falta saber por qué o no las sabemos, simplemente están ahí, te vienen a la mente sin una explicación, como polillas a la luz. Creo que pasaron dos horas. Las piernas se me habían dormido de estar sentado. Me levanté y caminé con cuidado por la cocina a oscuras. Palpé la pared hasta que llegué a la negra ventana. El involuntario sonido de mis manos contra el cristal hizo correr a algo en el bosque. Abrí la ventana. El frío se coló golpeándome en la cara y el cuello, lo único que no llevaba protegido. Caminé hacia atrás de nuevo hasta que di con la silla. La acerqué a la ventana abierta y me subí a ella y me encaramé y salí de un salto. Caminaba con los brazos extendidos hacia adelante. Estuve caminando así hasta que mis brazos se cansaron de estar esperando toparse con algo o con alguien. A quién esperaba encontrar no lo sé. Luego me senté apoyando la espalda en un árbol. Acurrucado contra el frío recuerdo llamar a mi madre. Supongo que me dormí, aunque no sé si se puede dormir cuando tienes frío. Quizá me desmayé. Cuando desperté estaba amaneciendo. Miré a mi alrededor y pude ver que mi casa estaba a escasos cien metros. Había caminado en círculos. Un cervatillo me miraba escondido detrás de un arbusto. Me incorporé y desapareció. Caminé de nuevo hacia mi casa, despacio, esperando encontrar una luz encendida que me dijera Tranquilo, ya estoy aquí.

1 comentario:

houdini dijo...

ahora voy por tus deberes. Mientras, dime: te has leido lo que yo creo que te has leido? No habras sido capaz de, por fin, hincarle el diente a La Colmena?!

No se que me dara mas rrrrabia:

- Que simplemente hayas hecho un google.
- Que te la hayas leido, pero a recomendacion de algun listillo con unas gafas y un falo seguramente mas grandes que el mio. Porque seguro que es asi.

Duh!

;-)