lunes, junio 11, 2007

el gran mural

Sucedió hace demasiado tiempo, en una región centro africana.
Un rey visitó a una bruja para preguntarle cuál sería el destino de su hijo recién nacido. La bruja le dijo que su hijo moriría tras ser atacado por un leopardo. Asustado, el rey protegió a su hijo durante toda su vida, recluyéndolo en palacio.
Mientras, los jóvenes de la región salían a la caza de las bestias que habitaban en la selva. El heredero, triste, se quedaba encerrado en palacio. Por la noche, cuando los jóvenes volvían de cazar, les pedía que le explicasen cómo era la selva, qué era lo que allí habitaba. Con lo que los jóvenes cazadores le iban contando, el heredero fue pintando un gran mural en la pared de su habitación que recreaba una frondosa selva. De esta forma, se imaginaba que estaba en ella. Las grandes hojas verdes, las lianas, el suelo húmedo, tucanes, papagayos, el sol filtrándose a través de las ramas y, en primer plano, el temido gran leopardo del que tanto le hablaban.
Ese era el gran mural que observaba cada día el príncipe con melancolía. Poco a poco, este sentimiento se fue transformando en tristeza, luego en rabia y por último en locura.
Habían pasado ya ocho años desde que el heredero pintase ese gran mural. Muchos de los jóvenes cazadores que le habían contado historias de la selva ya habían muerto. Él permanecía tumbado en su gran cama, observando el mural con ojos de perturbado. Una tarde de invierno, al príncipe le invadió una gran furia y empezó a destrozar todo lo que había a su alrededor. Partió las sillas en mil pedazos, deshizo la cama y golpeó con fuerza la pared de madera donde estaba pintado el mural hasta que abrió un boquete. La madera se astillaba mientras él seguía golpeando a aquel leopardo que empezaba a desaparecer dentro del gran agujero abierto por sus puños. Exhausto, se dejó caer hacia adelante. A modo de estaca, un gran trozo de madera atravesó su corazón y el príncipe murió en el acto. Cuando los médicos se lo extrajeron, pudieron comprobar que en el trozo de madera había dibujada la pata del gran leopardo.

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