Narciso tiene treinta y dos años, una larga melena rubia y un bigote también rubio, a lo Hulk Hogan. Viste tejanos holgados, rotos por la rodilla, y una camisa blanca, sin abotonar, que vuela con el aire de esta zona del valle de San Fernando y deja ver un tatuaje en su pecho en el que se puede leer I love me. En el bolsillo, dentro de su cartera, cinco dólares y un condón caducado.
Está sentado en su coche, aparcado en un área de servicio, esperando a que su novia, Eco, salga del lavabo. Se mira al espejo retrovisor y peina sus cejas con saliva, algo que Eco odia. Al cabo de diez minutos la ve salir del lavabo y acercarse al coche. Observa que habla sola. Cuando Eco se sienta en el asiento del copiloto, Narciso le pregunta ¿ibas hablando sola?, a lo que Eco responde ¿sola? Él resopla y piensa que no hay nada que hacer. Luego retoman el viaje hacia Las Vegas, para visitar a Edipo, un antiguo conocido.
Narciso conducirá mientras se mira en el retrovisor.
Eco cantará la última palabra de cada verso de todas las canciones que sonarán en la radio durante esa mañana.
1 comentario:
Otra vez el desocupado de antes.
¿Estos "retales" literarios que escribes, formarán parte algún día de un todo?
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