En 1997, en la ciudad francesa de Aurillac, un hombre que conducía un turismo atropelló a un peatón que cruzaba por el paso de cebra. El peatón era un viejo vagabundo llamado Jean-Luc Lampadaire. Al caer al suelo, se quedó dormido en posición fetal. Empezó a soñar. En el sueño, Jean-Luc coge un palo de acero y empieza a golpear la única farola que hay en la calle. No le gusta la luz que desprende. En un momento, el viejo empieza a notar que la farola se balancea. Entonces la agarra con sus manos y estira con fuerza, arrancándola de cuajo y haciendo que caiga al río. La farola da una vuelta completa en el aire antes de clavarse en el fondo del río, siendo ahora el principal punto de interés de esta ciudad gala.
Lampadaire d'eau reza un cartel con una flecha que indica donde asomarse para verla.
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