sábado, noviembre 18, 2006

y fue entonces

El otro día mi madre me dejó esta nota antes de irse a trabajar: "No vengas a comer, por lo que más quieras, te lo pido por favor, come donde sea pero, sobretodo, no vengas a comer, por favor, hazme caso, no vengas"
Yo no sabía si era alguna broma. Volví a leer la nota unas cinco veces más para asegurarme de lo que me estaba diciendo. No entendía nada. No había pasado nada grave en nuestra familia, todo iba genial. No sabía a qué venía esta nota. Aún con la nota en la mano pensé en llamar a mi madre pero sabía que estaba en el trabajo y desistí. Mi padre igual, no cogería el teléfono. Entonces pensé en mi hermana. Quizá estaba en la hora del recreo y podía hablar unos minutos. La llamé al móvil y lo cogió a las tres señales. Le dije lo de la nota y ella me dijo que ya lo sabía, que estaba mientras mi madre la escribía. Y luego me preguntó "¿es que no sabes lo que ha pasado?", y yo le pregunté "¡¿qué es lo que ha pasado?!". Pero la batería de su móvil se le acabó. Me puse bastante nervioso y entonces hice lo que siempre hago cuando me pongo nervioso: me miro al espejo y voy acercando la cara poco a poco hasta que dejo de reconocerme. Lo hice unas cuatro veces pero no me calmé mucho. Decidí llamar a mi madre pero su móvil estaba desconectado. Mi padre era la última opción. Lo llamé. Cogió el teléfono, susurró "te llamo luego, ahora no puedo hablar" y colgó. No me dio tiempo a decir nada. Estaba perdido. En mi propia casa. Fui a la ventana del comedor y me quedé un rato mirando la carretera. Luego me senté en el sofá. Fui de nuevo a la cocina, donde estaba la nota, y la volví a leer intentando encontrar un guiño irónico en esas palabras. Por lo que más quieras. No vengas. Hazme caso. Te lo pido por favor. Rompí la nota y la tiré a la basura. Luego me quedé un rato de pie en el centro de la cocina mirando el microondas. A todo esto, yo me había levantado para ir al trabajo. Llamé y dije que me encontraba mal. Continué un rato más en la cocina y luego fui a mi habitación. Me estiré en la cama y me quedé dormido. Me desperté a la una del mediodía y sentí un terror inexplicable. Mi madre no tardaría en venir a comer y yo estaba en casa desobedeciendo su nota. Por lo que más quieras. No vengas. Si entraba y me encontraba en casa, qué pasaría. Recordé las palabras de mi hermana. No quise llamar a mis abuelos para no asustarlos. Seguía sentado en mi cama y mi mirada estaba perdida en algún lugar entre las baldosas de mi habitación. Ya era la una y media y mi madre no aparecía. A esa hora normalmente ya estaba en casa. Me levanté de la cama y caminé por el pasillo lentamente. Daba un paso, contaba hasta diez y daba otro. Llegué a la cocina. Todo estaba igual, no había pasado nada, claro, no había nadie, qué esperaba. Era la hora de comer y yo estaba ahí donde mi madre me había dicho que no estuviera. Pero, a la vez, tampoco me había ido. Así que no había venido. Me sentí reconfortado por esa estúpida afirmación y luego me senté en una silla de la cocina. Todo en silencio, sólo el segundero del reloj. Tragué saliva varias veces y miré a mi alrededor. Me levanté y decidí volver a llamar a mi padre. Apagado. El reloj marcó las dos. Decidí salir de casa y dar un paseo. Empecé a caminar sin rumbo fijo. Pronto olvidé la nota y al poco olvidé a mi madre. Luego fue mi padre y por último mi hermana los que desaparecieron de mi memoria. Seguía caminando sin saber a dónde ir pero sin importarme demasiado. Llegué a un parque y me senté en uno de sus bancos. Un perro se acercó, olisqueó mis pies y luego se fue. Empezó a llover pero no me importó, seguí sentado. Estuve dos horas bajo la lluvia. La gente me miraba al pasar. Luego me levanté y me fui a casa. Entré pero no había nadie. Me cambié de ropa, me tumbé en la cama y me quedé dormido. Me desperté a la mañana siguiente. Mi boca sabía a hierro. Fui a la cocina pero no había nadie. Me quedé un rato de pie en el centro de la cocina, justo debajo de la lámpara, mirando el fregadero. Del grifo caía lentamente una gota y luego otra y luego otra. Me quedé casi una hora viendo las gotas caer, imaginándome una de ellas. Y fue entonces cuando recordé todo lo que había pasado.
Y fue entonces cuando me sentí bien.

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