Este es el primer capítulo de una historia que empecé hace varios meses y que no he continuado pese a tener toda la trama en la cabeza. Cada mes colgaré un nuevo capítulo. Será una forma de obligarme a continuar y acabar esta historieta.
1.
Creo que estoy seguro de lo que voy a contar.
Es una buena frase para empezar, una buena frase para definir al perdedor nato que soy. Creo que estoy seguro de lo que voy a contar.
Lo crean o no, siempre he sido así, en serio, así de concreto con todo. En fin, lo que quería decir es que la historia que les contaré a continuación no tiene ni pies ni cabeza pero es del todo cierta, creo. Bueno, y si no es del todo cierta tampoco importa. Porque realmente, ahora mismo, la verdad, qué quieren que les diga, nada tiene importancia.
Tengo 39 años, el mes que viene cumpliré los 40. Todo el mundo me pregunta por el rollo traumático de cambiar el numerito de 3 a 4 y chorradas por el estilo. Yo no les contesto porque no tengo tiempo que perder en responder a gilipollas. Eso lo tendría que decir algún día. Siempre lo pienso y nunca lo digo. Como un millón de cosas más.
En fin, que tenga 39 años no tiene importancia, lo que verdaderamente importa es lo que les voy a contar ahora. Es una historia bastante rara pero díganme algo que no sea bastante raro hoy en día. Todo es relativo.
Todo empieza un lunes por la mañana cuando bajo del metro hacia mi trabajo apestoso. Quince años haciendo el mismo trayecto. En el metro ya no me tengo que sujetar porque mi cuerpo conoce todas las curvas, acelerones y frenadas que hace desde mi parada hasta mi destino. Muchas veces, en casa, mientras miro embobado la televisión de pie, me descubro haciendo unos balanceos extraños con el cuerpo. Penélope me mira y sonríe mientras niega con la cabeza. A veces se levanta del sofá y se pone detrás mío haciendo los mismos movimientos mientras yo sigo embobado mirando alguna cutrez que sale en televisión y no me doy cuenta del ridículo que podemos estar haciendo si algún vecino nos está mirando.
Penélope es mi mujer. Su madre era una apasionada de los clásicos. La mía no. Por eso mi nombre ahora mismo tampoco tiene la menor importancia.
Penélope tiene 25 años y es la mujer más preciosa que pueda ver a lo largo del día incluso viviendo tres vidas. Y no es que esté enamorado de ella, simplemente es que es así. Si les digo la verdad, no sé qué coño hace conmigo. Si me vieran, ustedes tampoco lo sabrían. Son esos milagros que a veces ocurren. Un meteorito cae en el huerto de una pobre familia de Ohio abriendo un cráter que descubre un tesoro escondido hace cien años. La familia se ha quedado sin huerto. Pero eso ya no importa porque se acaban de comprar una casa en Saint Tropez.
Penélope es la brisa de Saint Tropez, ligeramente perturbadora; yo, la humareda que se levanta tras el impacto, inevitablemente molesta.
Podría ser una actriz francesa, con sus pequitas por encima de la nariz y todo. Muchas veces, cuando hacemos el amor, le pido que me susurre cosas en francés. Ella me susurra unos versos de Baudelaire que aprendió en la universidad. Le désert et la forêt/ embaument tes tresses rudes,/ ta tête a les attitudes/ de l’enigme et du secret. ¿A quién le importa lo que signifiquen?
Pues bien, ese lunes del que les hablaba, ese lunes por la mañana bajando del metro para vivir otro día más de aburrimiento, ese lunes es el día en que empieza todo.
3 comentarios:
yo quiero más
(y sí, son las 7.34 de la mañana, así que imagina mi estado de ansiedad)
—Hypocrite écrivan,—mon semblable,—mon frère! ;) No sabes cómo me alegra entrar cada día y descubrir que ¡SÍIIIII!, que otra vez has dejado algo nuevo, algo mejor. Heme aquí, en Dublín, orgullosa de ti como nadie en Barcelona -seguro ;D Tengo en borrador un análisis textual, jeje, ya me conoces... Va, ¿cuándo la segunda entrega? ¡Yo también quiero másssss!
Jolines. Un mes es demasiado. Demasiado!
Creo q es d lo mejor has escrito, en serio. está superbien construido.
Espero ansiosa.
Ah, y petite houdini, no estés tan segura...
;-)
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